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El deporte da para dar

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En un mundo donde las cifras astronómicas definen el olimpo deportivo, los titanes del 2024 no solo acumulan fortunas, sino que redefinen el concepto de legado. La lista Forbes revela un ecosistema donde el talento se cotiza en cientos de millones, pero lo verdaderamente revolucionario es lo que estos atletas hacen con su riqueza.

Cristiano Ronaldo encabeza el ranking con $260 millones anuales. Más allá de su imperio comercial, CR7 financia tratamientos para niños con cáncer, dona regularmente a hospitales y, tras el devastador terremoto en Turquía, cubrió gastos médicos para innumerables víctimas. Su contribución silenciosa a causas humanitarias supera ya los $30 millones.

Cristiano Ronaldo

Jon Rahm, la sorpresa del año con $218 millones, destina parte significativa de su fortuna a la Fundación Jon Rahm, centrada en combatir la exclusión social infantil en España. El golfista vasco ha transformado su meteórico ascenso financiero en oportunidades para quienes nunca tendrían acceso al deporte.

Lionel Messi, con $135 millones, mantiene su Fundación Leo Messi como baluarte contra la inequidad. Ha financiado la construcción de centros oncológicos pediátricos y becado a más de 2,500 niños en situación vulnerable. Su visión: «Ningún niño debería renunciar a sus sueños por falta de recursos».

LeBron James ($128.2 millones) trasciende el concepto de filantropía con su revolucionaria «I Promise School» en Akron, un modelo educativo integral que incluye vivienda, alimentación y garantías universitarias para familias completas. Su inversión de $100 millones está reescribiendo el futuro de comunidades históricamente marginadas.

Michael Jordan, con su patrimonio de $3.5 mil millones, destinó $100 millones para combatir el racismo sistémico tras el asesinato de George Floyd y estableció clínicas gratuitas en Carolina del Norte que atienden a miles de personas sin seguro médico anualmente.

Michael Jordan

Estos titanes han comprendido que su verdadero poder no radica en acumular, sino en transformar. Mientras sus nombres dominan titulares por contratos récord, su impacto silencioso reconstruye hospitales, escuelas y comunidades enteras.

El deporte contemporáneo ha evolucionado más allá del espectáculo y la competición. Se ha convertido en un poderoso vehículo de cambio social donde las figuras más influyentes utilizan su plataforma para redistribuir no solo riqueza, sino oportunidades.

En un planeta marcado por desigualdades crecientes, estos atletas demuestran que el verdadero campeonato se gana fuera de los estadios. El deporte, efectivamente, da para dar. Y en ese dar, redefine lo que significa ser un campeón en el siglo XXI.